sábado, 8 de julio de 2017
ARTICULO. ¿Seguimos luchando por nuestra Independencia?
Pareciera una renovada "tortura mental", la que sienten algunos argentinos cuando se aproxima la semana de la Independencia.
Sumergiéndonos
en el pasado recordamos el Congreso de Tucumán y esa famosa frase que resonó en la boca de uno de nuestros más
ilustres próceres: “el antiguo amo o ningún amo”
Y
hablamos del espíritu de lucha de esos patriotas que sacrificaban sus ganancias
personales, abandonaban sus redituables negocios o una vida pacífica en la que
disfrutaban de sus posesiones, para entregarse a la lucha por la independencia
de ésta tierra de una metrópoli europea; por entonces la decadente España.
Nos
llenamos de orgullo de esa ruptura política aún desconociendo los enormes
empréstitos que solicitamos más tarde a Inglaterra entre otros países, para
financiar nuestra epopeya patria.
De esa
manera, entonando nuestras marchas patriotas, decorando nuestras vestimentas
con una visible escarapela, nos sentimos
orgullosos de haber roto las cadenas de nuestra dependencia.
Y en ese
mismo momento, emergen en muchos, ese fantasma caótico, casi ingobernable de la
comparación con la actualidad.
La
odiosa e irreligiosa comparación entre pasado y presente. La ruptura de
nuestros moldes tradicionales de obediencia y abnegación, de acatamiento sin reflexión.
Porque
ese fantasma tiene la cara de la dependencia, el vestido de la
transnacionalización y de la lucha
contra la entrega.
¿Y qué
ocurrió con ese sentimiento de orgullo patriota, de nacionalidad construida a
los ponchazos? Sencillamente, tiende a sucumbir cuando esta aparición nos gana
haciéndonos poner los pies sobre la tierra y tomar conciencia de nuestras
profundas debilidades como nación.
Porque
esa independencia que conquistaron nuestros próceres, se perdió en el
transcurrir del tiempo, por errores propios y ajenos, por culpa de los
“cipayos” y entregadores al decir de Jauretche y del imperialismo dominador.
Este
sentimiento irreverente a los ojos de muchos, permanece oculto, casi tapado por
la vergüenza que puede denotar a los extraños una autocrítica que desvalorice
“nuestra concepción argentina de las cosas”. Una forzosa toma de conciencia de
que es necesario cambiar bastantes cosas en nuestro país.
La
Argentina de hoy, llegado el 9 de Julio, simplemente recuerda o conmemora, pero
no reflexiona ¿cuándo se perdió nuestra independencia?.
Porque
la soberanía política dictada por las urnas, y cuyo mandato casi tiránico nos
lleva de un lado a otro en la búsqueda de la legitimación del encargo popular,
se encuentra agotando su verdadero espíritu existencial, que no es otro que el
de trasmitir las preocupaciones, necesidades y prioridades del pueblo.
La desconfianza
corroe los cimientos de la gobernabilidad y el reciclaje político de quienes
buscar sobrevivir con esta profesión venida a menos, no contribuye en nada a
ganar el alma de los ciudadanos.
La
independencia económica se perdió en las amarillas hojas del calendario y es
parte de nuestra historia y actualidad,
gracias a las vacilaciones de unos, la entrega de otros y la ausencia de
un espacio importante de participación pública.
Muchos
dirán y de hecho lo hacen: “somos
independientes porque elegimos libremente a nuestros gobernantes” y casi
automáticamente adoptan una postura inducida desde los grandes sectores de
poder que utilizan, alquilan o compran los medios de comunicación social para moldear
una sociedad y opinión pública de acuerdo a sus necesidades y donde la
desocupación es la vara disciplinadora que se esgrime ante los que osan luchar
por una mejor forma de vida.
“El
antiguo amo o ningún otro amo”. La península ibérica fue reemplazada en su rol
expoliador por Inglaterra, más tarde por Estados Unidos y ahora por el FMI, o
los Fondos Buitres que aún subsisten, todos ellos instrumentos de los grandes
grupos económicos multinacionales. Sabemos la historia de nuestro país, pero
debemos preguntarnos ¿Cuál es su futuro?
Una sola
vez no tuvimos una deuda externa que nos agobie, pero los intereses del
exterior nos manejaron a su antojo para que esa parte de nuestra historia sea
olvidada primero y luego bastardeada por quienes dijeron ser los continuadores
de una maravillosa tarea independentista y dónde la libertad sea una bandera.
Y hoy,
cuando estamos a punto de festejar un próximo aniversario de la Independencia
Argentina, el fantasma de la reflexión y de la autocrítica, emerge nuevamente
cabalgando sobre la cruel realidad de la desocupación que aumenta y una miseria
que vuelve a brotar como la soja en los grandes latifundios
Ya no
están los congresistas de 1816 con sueños de prosperidad y patria libre. No
están aquellos que abandonan todo por los demás. Se fueron con sus ideas,
proyectos y sueños de grandeza.
Fueron
muertos por el olvido, indiferencia, insensibilidad y él desquicio hacia la
cosa pública a la que siempre “hay que achicar” para paliar “su déficit”.
Por eso
todavía me pregunto al acercarnos a ésta fecha:
¿Seguimos luchando por nuestra independencia?.
San Nicolás, 8 de Julio del 2017.
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